miércoles, 26 de mayo de 2010

Corazón Maldito, Berlín

Hace exactamente 30 años, vivía en Berlín, era el mes de junio, ya había comenzado la primavera, los arboles, con sus hojas verdes y las flores con sus aromas, aparecían las mariposas, parece el canto de los pájaros era más sonoro y alegre. Los alemanes que aprovechan al máximo cada rayito de sol que se asoma entre las nubes. Nuestra laguna artificial que queda frente al departamento, esta llena de patos y cisnes, los que también con sus sonidos nos anuncian que llego la primavera.

El invierno ya había pasado, ese año fue muy crudo, hubieron mas de 25 grados bajo cero. Cada mañana, muy temprano, me levantaba a las 5.30, el comienzo en el trabajo era a las siete cuarenta y cinco, el jardín infantil y el colegio abría sus puertas a las seis de la mañana. Los niños permanecían la mayor parte del día en el colegio, ya que se podían retirar a las 18 horas. Cada mañana al asomarme por la ventana, veía todo nevado, se sentían las maquinas muy temprano, los camiones de la municipalidad, tratando de retirar la nieve de las veredas, poniendo arena y sal, con la finalidad de que los transeúntes no se cayeran. Lamentablemente, al correr el día, esta blancura que en la noche daba una claridad, que parecía como si estuviera de día, daba la sensación que el cielo y la luna se reflejaban en ella. Al transcurrir el día, con el paso de los vehículos y la gente esta se pusiera negra, se ponía negra, era barro y lodo, todo esa maravilla blanca, se perdía.

Aunque hiciera mucho frío, igual había que levantarse e ir a trabajar, a dejar a los niños al colegio o el Kindergarten, los niños gozaban cuando había nieve, sacaban sus trineos, sus zapatillas de metal para tirarse o andar en la nieve, tratando que la nieve se convirtiera en hielo, buscando lugares en las escaleras del parque, se usaba lo que tuvieran a mano para convertirla en hielo, esta quedaba convertida casi en un espejo, se resbalaban en ella. Sin importarles si los adultos se caen y se fracturan.

Se realizo un encuentro en Kleinmagno, cerca de Potsdam, en un lugar precioso que se encontraba a una hora mas o menos de Berlín, se tomaba un tren rápido que era igual al metro, pero por las superficies. Esta reunión comenzaba el día viernes y terminaba el domingo. Se podía llevar a los niños quienes dormirían en un lugar cercano a nosotros, tome la decisión y partí. El tren me parece que volaba, los niños también estaban ilusionados, verían a otros niños que tal vez hablarían su idioma. Mi hijo mayor era él más feliz, se encontraría con otros niños que ya conocía, algunos fueron sus compañeros en los campamentos de verano.

En esa oportunidad venían chilenos de casi toda Europa, occidental y oriental. Participaría en ella como alumna y como traductora, si era necesario, ya que había una interprete.

= 2 =

Al llegar al lugar, muchos chilenos ya se encontraban allí. En especial los que venían desde mas lejos. El ambiente era festivo de mucha alegría, donde cada uno de los participantes contaba sus experiencias, como les había recibido el país en el que les había tocado vivir. Sobre sus trabajos. Hablaban de sus hijos, con quien los habían dejado. Aunque muchas de las mujeres los llevaron. Los que venían de Suiza te llevaban regalos, en especial chocolates, los de la otra Alemania o sea la RFA, nos trajeron cosas ricas que nosotros no teníamos, como paltas o duraznos pelados.

Era la oportunidad de hacer amigos, en especial con quienes compartiría el dormitorio, por dos noches, las piezas eran para tres personas. Eran piezas muy altas, con grandes ventanales, que daban a un bosque, cerca sentíamos el lago con sus aves, nos contaron que este se congelaba en el invierno y que se utilizaba para patinaje. El dormitorio lo compartí con Beatriz que venia de Holanda y Liliana de kolonia en la RFA. Ambas eran mas jóvenes y con una hija cada una. En aquel encuentro todas teníamos una chapa, yo me llamaba Mariela. Después me entere de sus nombres verdaderos. A Beatriz deje de verla se caso con un holandés, sin embargo, con Liliana, nos seguimos viendo hasta ahora, ella es una de mis mejores amigas, en aquella ocasión, me imagino, se crearon lazos muy fuertes los que perduran hasta hoy.

A los participantes, se nos asignaron las habitaciones y nos entregaron el programa, comunicándonos que esa noche habría una velada, que seria bailable, donde deberían salir a relucir todos nuestros talentos: como baile, poesía y canto. Continuaba feliz me gusta cantar, bailar y contar chistes, iba a tener la posibilidad de lucirme frente a mi marido, quien dictaría una charla sobre el movimiento obrero en Chile, en la mañana del día sábado.

Nos dieron algunas horas libres antes del almuerzo, pudimos salir a recorrer el bosque y ver donde se encontraban nuestros hijos, había hojas aun amarillas en el suelo, el canto de los pájaros, en diferentes tonos, mirarlos y verles saltar de rama en rama, admirar su plumaje de distintos colores, habían ardillas de color miel oscura, algunas en el suelo o sobre los arboles. Era idílico, seguía feliz e ilusionada. Todo estaba bien.

El almuerzo fue muy bueno con las típicas comidas alemanas, pernil, puré de arvejas, papas cocidas y naturalmente mucho chucrut y mostaza, las risas se escuchaban desde todas las mesas, algunas risas más altas que otras, todo el mundo expectante esperando las cosas que venían. Luego de tomar el café con el infaltable kuchen de manzana, regresamos a la sala donde continuarían las charlas.

Llego la noche, todos nos fuimos a comer, para luego regresar a nuestras habitaciones y vestir nuestras mejores tenidas, había que lucirse esa noche, era como volver a ser joven sin preocupaciones, sin hijos, ya que sabíamos que estaban bien cuidados. Estaban las ganas de compartir y ser feliz. Llegamos a nuestra habitación intercambiando tenidas, una dijo a ti hay que maquillarte un poco, hay que peinarte de otra manera. Cada una de nosotras saca de su maleta lo mejor que tenia de vestuario. Nos fuimos juntas riendo como niñas chicas, ya había nacido una amistad, existían muchas cosas que nos unían, todos los que nos encontrábamos allí, nos unía el exilio.

Llegamos a un salón muy grande, hubo gente que se preocupo de arreglarlo, con nuestra bandera chilena, estaba también la bandera de la RDA, muchos globos y mesas preparadas con flores, manteles largos y una orquesta que tocaba y amenizaba la comida, esperando el show que nosotros presentaríamos.

Mi esposo había estudiado en ese lugar durante un año, preparando una tesis sobre historia, por tanto, estaba muy familiarizado con el lugar.

Hubo un buen show, mi amiga Liliana, cantaba en varios idiomas, de hecho ahora es traductora de alemán e ingles y en eso se gana la vida, además, que envidia, siempre esta viajando. Tocaba la guitarra, yo la acompañaba con las canciones que conocía, decía tallas con doble sentido, era el alma de la fiesta. O sea nuestra mesa llamaba la atención de todas maneras. Beatriz es una morena muy interesante, pero más tímida que Liliana.

La velada fue grata, mi esposo se encontraba sentado en la mesa de los profesores o relatores, junto a la interprete, quien traducía a los anfitriones que eran los alemanes.

Comenzó el baile, muchos de nosotros no veíamos por primera vez. Yo no dejaba de mirar la mesa en la que mi esposo se encontraba, esperando que me sacara a bailar, eso nunca paso, su pareja de baile permanente fue Katherine, la interprete, en algún momento de la noche me acerque, me trato con mucha indiferencia y frialdad, haciendo casi como que no me conocía, fui y lo interpele diciéndole, que pasa, me retire fui a la mesa, me tome unos tragos. Me sentía realmente triste, mi animo había cambiado, decidí irme a mi habitación tratando de convencer a mis nuevas amigas que no pasaba nada, que no se preocuparan, solamente me dolía un poco la cabeza.

En la pieza comencé a pensar, ate cabos, cuando regresaba a la casa estaba raro, salía a almorzar conmigo y los niños y luego por la noche salía, con las disculpas más inverosímiles, en ese momento me convencí que él algo tenia con la interprete. Sentía pena y un dolor muy grande, rabia al pensar que lo que pasaba no me lo merecía. Los dos días restantes fueron un suplicio para mí, buscaba entre los participantes algún hombre con quien sacarle pica o rabia, pero no estaba en condiciones de hacerlo, estaba tan triste y con tanta rabia, que eso no serviría.

Regresamos a Berlín, me dedique a buscar entre sus bolsillos, mire su agenda hasta que descubrí que cada vez que salía con ella a comer, ponía un guión en la hora de la cita, llore, baje varios kilos, hice escándalos, la incertidumbre me consumía, que había entre ellos, era algo serio me dejaría a mí y a los niños.

Mi hijo un día me pregunto, ¿qué pasa con el papa?. Estas triste y preocupada y eso nos afecta a mí y a mi hermana, tienes que hablar con él, pero por favor sin llorar, haciéndome las preguntas que siempre daban en el blanco. ¿Por qué planchas tantas camisas?, ¿Porque hay tanta gente a la que tienes que cocinar?, Cuando tú lo único que quieres es leer, que el lleve sus camisas a la lavandería. En esos días planche muchas camisas de su ultimo viaje, se las entregue y dije que nunca mas plancharía camisas he cumplido nunca mas he planchado camisas.

En una oportunidad, era sábado por la tarde, sonó el teléfono, fui a contestar, y era Katherine, le respondí en alemán, mi esposo no habla alemán, le pregunte que quería y me dijo que tenia entradas para un concierto, me parece espectacular, a que hora y donde nos juntamos. Cuando mi esposo pregunto quien era, le dije era Katherine, pero no era para ti, era para mí, iremos a un concierto hoy por la noche. Tienes que quedarte con los niños. No mire su cara, me imagino, de mucha interrogación. Fuimos al concierto y luego a comer, conversamos mucho, me juro que ella admiraba mucho a mi marido, era muy mayor para ella, los viajes que él realizaba, su trayectoria política, sus programas en la radio, sus artículos en los diarios. Que era un personaje fantástico, se podía pasar horas escuchándole.

Naturalmente, yo le respondí que yo también le admiraba, pero si ella lo quería, yo no tenia problema, pero debían llevarse a los 2 niños, los chilenos son los machistas mas grandes de Latinoamérica, hay que cocinar cada día, viven con la casa llena de gente, ella debía decidir que hacia. A veces hay que planchar 15 o más camisas que tienen que estar muy bien dobladas, hay que hacer su maleta cada vez que viaja. Tu no puedes acompañarlo en sus viajes, no puedes salir de la RDA. No habla alemán, hay que ir a la reunión de la escuela y del jardín, hay que llevar a los niños al medico, al dentista. Además te lleva mas de 20 años.

Bueno, quedamos muy amigas, insistiendo siempre que entre ella y mi esposo no había pasado nunca nada mas, que siempre se juntaban a comer o tomar café no había nada mas y tampoco lo habría nunca. Me pidió mil disculpas por si me había perjudicado en algo, no fue nunca su intención.

Volví tarde a la casa, mi marido estaba despierto esperando que le contara que había sucedido, quizás penso que le iría a pegar o algo por el estilo, no conté nada y lo deje en suspenso, sin embargo, desde aquella ocasión, mi vida ha cambiado al cien por cien, tuvo que llevar a los niños al medico, participar cada vez que estaba en Berlín, en las reuniones del colegio, nunca mas he planchado una camisa.

Descubrí que nadie se muere por nadie y que el cuento “El niño que enloqueció de amor”, eso es, solo un cuento. Empece a salir sola, dejando los niños con él. Llevo 41 años de matrimonio, lo paso regio y me regala muchos perfumes, flores. Y muchos viajes.

María Angélica Rojas

1 comentario:

CarmenRosa dijo...

q buena historia!!una solidariza contigo y dan ganas de pegarle al leer lo del baile
la leí de un tirón, y me gustó mucho esa parte de dejarlo colgado, sin contarle nada de la reunión con la "otra"
y q bueno q ahora viajes harto!!!
gracias por compartirla